“¡No, no y no!” Gritó enojada la
bruja de este cuento. “¡No quiero trabajar más aquí, siempre en el mismo papel
de mala y al final del cuento caer en la olla de sopa, ensuciarme el vestido y
quemarme las sentaderas! No, no lo haré más”. Dijo con autoridad mientras se
subía a su escoba y se disponía a volar.
“Espera, espera”, rogó el
escritor de este cuento. “No te vayas que sin ti no hay cuento”.
“¡Eso debiste pensar antes de
maltratarme tanto, dame alguna vez un éxito, permíteme alguna vez ser feliz.
Sólo me has llamado para atormentarme!”.
“No brujita espera, no te vayas,
este cuento no lo podemos cambiar, es un éxito pero si te quedas haremos otro
en el que te divertirás”
“¿Otro cuento?” se preguntaba la
bruja mientras caminaba de un lado a otro en su camerino de bruja con telarañas
en los rincones, bebedizos desconocidos adornando las esquinas, tres gatos
negros husmeando por allí, un gran libro negro abierto sobre un pedestal y un ropero en el que sólo
colgaban vestidos negros o grises. La bruja no había tenido nada que ver con
aquella decoración que le parecía francamente espantosa, ni si quiera le
gustaban los gatos. Un día por ejemplo, ella quiso traer unas flores para poner
algo de vida en ese ambiente negro y húmedo pero las flores de colores al
entrar en la habitación se marchitaron del susto y se convirtieron en tres
bastones torcidos. En aquella ocasión la bruja amenazó con irse pero el
escritor la convenció que se quedara. Pero la bruja ¿por qué se queda? ¿Es que
ama a los niños y a los cuentos y por eso se queda?
“Otro cuento, otro cuento” Pensó
la bruja todo el día y estuvo más dispuesta a representar su papel diario en la
historia. Protagonizó la escena del jipiti zuas, jipiti trum mientras perseguía
a los niños para convertirlos en ranas y al final sin ningún reproche cayó en
la olla de sopa mojándose el vestido y quemándose las sentaderas. Ya de vuelta
en su camerino siguió pensando en las promesas del escritor de este cuento. De
esa forma vivió la bruja durante muchos días haciendo su trabajo, creyendo en
promesas de mejoras laborales que nunca llegaban pero un día decidió actuar de
manera diferente.
Entró en pie puntillas en la
habitación del escritor cuando él dormía y se apoderó de su laptop. Se
escabulló hasta la cocina y con un gran pedazo de torta y un vaso de leche se
dispuso a trabajar en la nueva historia.
Al día siguiente todos los
personajes estaban sorprendidos ante las nuevas instrucciones ya que el cuento
ahora era así.
La brujita Antonieta mandó a sus
gatos de vacaciones a Chincha, compró un vestido amarillo y tomó un helado en
la plaza del pueblo… Luego persiguió a los niños jipiti zuas, jipiti trum para
convertirlos en ranas y al final sin ningún reproche cayó en la olla de sopa
FRÍA mojándose el vestido.
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